Salgo para el Teatro de
Verano en el 121, de rata nomás, porque estando acreditado para un toque que
salía un par de cm3 de escroto cada día no me costaba nada tomarme un taxi. El
121 estaba en esos días en que lo lleva la inercia, en que pareciera que el chofer
hace fuerza y cruza los deditos de los pies para que lo agarre la roja.
En eso se estaciona al
lado otro 121 y se genera una discusión sobre quién debía llevar la delantera y
comienza una carrera furiosa, digna de una picada en la rambla de Punta Gorda,
pero al revés. Se peleaban por quién iba más lento. Me bajé y empecé a rastrear
por un taxi, y tras pegarle un codazo en los dientes a una vieja, logré mi
objetivo.
El diálogo con el taxista
llega auspiciado por:
Yo: Vamos al Teatro de Verano.
Taxista: Hay algún show?
Yo: No, hay una convención de termotanques de
cobre. *
* Esa fue la primera
respuesta que me vino a la mente. Cuando recordé que mi vida estaba en manos de
este obrero del volante, me tragué mi sarcasmo. El resto del diálogo no es
relevante.
Llegué y mi amigo/colega
Paulo Roddel me esperaba con la acreditación. No sin antes ser abordado por un
par de espesos adultos en estado de ebriedad que se ofrecieron para
vender/comprar/permutar (todo les sirve) una entrada.
A esos mismos especímenes
mi otro amigo (identifiquémoslo como DP) les había comprado una acreditación
igual a la mía por $500. Una ganga, teniendo en cuenta que la entrada más
barata estaba $700 y que el muy boludo lucía una remera de “Franz Ferdinand”
que era digna de fajarlo con la plata. Rápidamente llegamos a la certera
conclusión de que estas gárgolas del regateo ni siquiera sabían el nombre de la
banda que tocaba ahí.
Lo mejor de estar
acreditado es que pasás lo que sea. Un barril de cerveza, un ladrillo de porro
paraguayo prensado, un misil norcoreano. DP entró con un tupper, un tenedor y
un cuchillo (un arma homicida, justo lo que necesitábamos). En mi caso, fue una
petaca de whisky para poder mojarme los labios sin tener que hacer la larga y
tediosa fila de la cantina.
Bueno, tocaron unos
naipes ahí (no offence amis de Santé les ídem) y luego arrancó Franz Ferdinand
con “No you girls”, la “conocida” del último disco (“Tonight” 2009) y a partir
de ahí fueron picando 1 conocida con 1 nueva (del material que aún no salió al
mercado). Hasta que de la mitad para adelante solo tocaron las que sabíamos más
o menos.
Alex Kapranos (alias “el
cantante”) intentó dialogar con la gente, pero nadie le entendía un pomo salvo
cuando utilizaba las palabras mágicas: “Uruguay” y “Montevideo”. Hizo lo
posible por arengar a la audiencia, y lo máximo que logró fue que la gente
coreara parte de la letra de “Walk away”, obviamente, al mejor estilo Roberto
Quenedi: en un inglés de mierda.
Ya llegando al final, hubo 2 momentos de fiero castigo instrumental. El primero fue cuando entre los 4 integrantes hicieron un solo de batería conjunto, palo y palo, cosa que suelen hacer al final de “Outsiders”. En vivo fue algo impresionante. Te retumbaba hasta las entrañas.
El segundo fue cuando
Kapranos pateó un parlante, pero no para hacerse el heavy. El tema es que el
cantante tuvo un duelo aparte con ese retorno. Cuando salía a pasear con la
guitarra, en reiteradas ocasiones lo volteó, algunas con el cable y en otras
con los pies, obligando a un plomo a escabullirse en el escenario para volver a
ponerlo en su lugar. En el último tema se hizo evidente que había un problema
de audio cuando Kapranos directamente pateó el parlante al mejor estilo Colin
Hendry (histórico capitán de la selección escocesa) y el plomo esta vez se
avivó y lo retiró del escenario.
Así terminó esta misa
hipster, plagada de pantalones chupines y lentes Ray-Ban Wayfarer. Si tuviera
que ponerle un puntaje al toque, tendría que recurrir a aquella revista
argentina llamada “La García”, que tenía categorías algo especiales.
Nivel de Pogo: 1
Olor a Faso: 1 (nosotros)
Aguante: 3 (nosotros tres)
Glamour: 7 (todos menos
nosotros)
Fisura: 9 (antes de
prender un porro ya nos estaban pidiendo)
La frase: “Dale suave que
mañana tiene que cantar Pachela” (mi amigo DP cuando Kapranos pateó el
parlante)
El cantito: “As iu guaca wei! Guaca wei!” (la gente cantando “walk away” en un inglés de mierda)
El grito: “Gracias por
venir loco” (un borracho delante nuestro, que debería pensar que estaba en un
toque de los redondos o que Franz Ferdinand era el nombre del cantante)
El trapo: La bandera de Escocia
que DP tiene en su casa y se olvidó de traer, la cual como dijo mi amigo Roddel
era pasaporte directo al camerino de los músicos.
El detalle: Versiones
indican que la banda habría hecho un cóver, pero entre tanto tema nuevo que
tocaron yo no me di cuenta.
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